lunes, 17 de noviembre de 2008

Yendo al cine solo.

Es lo que me queda: ir al cine solo. La última vez que fui acompañado a mí compañera no le gustó nada la película que escogí: no era la primera vez que alguien se quejaba.

Hace como 9 años invité a una amiga del grupo donde hablábamos del uso alternativo del derecho a ver Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor, de Julián Hernández. Tendré que ponerlos en antecedentes: ella acostumbrada al cine de Holywood, perteneciente a una Universidad cercana al Opus Deí, y con claras tendencias de derecha. La película: un crudo relato visual del recorrido de un adolescente gay a través de las rudas calles del DF, buscando cariño y amor. La imagen es bella, pero para cualquiera que esté acostumbrado al discurso dulce, rápido y sensibilero de las pelis gringas, pues una cinta que se toma su tiempo en fotografiar el sufrimiento por falta de amor, y que estrecha esto de manera cruda con el sexo entre homosexuales, pues le resultará una porquería de película. De hecho, así pensó mi amiga, de tal forma que me pidió de una manera bastante amable: no me vuelvas a invitar. Y sí, a partir de ese día procuré ir a la Muestra Internacional de Cine solo. Y es que siempre que invito a alguien a ver una película de las que podríamos llamar de “arte” o “alternativa” (valga el término para contraponerlo a los churros gringos) le atino a la que resulta más agresiva, más lenta, o experimental (como aquella vez que llevé a mis alumnos a ver Dogville de Lars Von Trier)

Y esta no fue la excepción: Quémese después de leerse. Cuando llegó a su fin, de una manera bastante absurda, mi compañera no pudo sino poner cara de what, y preguntarme si en verdad era el final, una broma o algo así. “¿Y George Clooney? ¿Y Bradd Pitt? ¿Cómo que es tan aburrida si ellos la protagonizaron?”. ¿Cómo explicarle que los hermanos Cohen trataron de satirizar a los gringos, pero sin caer en los excesos? En pocas palabras una parodia en serio. ¿Cómo explicar que lo que buscaba la película era burlarse de los personajes y sus manías, sin caer en el absurdo? Y mira que lo lograron. En especial con un excelso Bradd Pitt en papel de un estúpido y vanidoso, pero buena onda, entrenador de Gym; un Malcovich haciendo las veces de un despedido agente de la CIA, alcohólico, cornudo, y fracasado. Y claro, Clooney como extraño pervertido sexual que recorre infinidad de parejas y que después de hacer el amor necesita hacer ejercicio, correr.

Un retrato de la sociedad gringa, con todas sus fobias y filias.

Sin embargo, concuerdo con mi amiga, a veces cuando uno va en domingo al cine, se espera ver una película no que le recuerde lo miserable y absurdo que es el mundo (pues esto ya lo empiezas a sospechar ya que al día siguiente será lunes), sino algo que te motive a continuar la vida, que te muestre el lado rosa de las cosas, y que cuando salgas de ese letargo y ensueño que es la pantalla, creas que tu vida será igual de bonita que la de los protagonistas.

Así que concuerdo con ella. Qué miserable película. Próxima vez, buscaré algo más tranquis y dejaré de hacerle caso a las críticas intelectualoides de La Jornada, Letras Libres y parafernalia.

2 comentarios:

  1. Como dicen.. en gustos se rompen generos.... compañerito... y tambien depende mucho el estado de animo en el que estamos para sentir de una manera diferente lo que vemos, sentimos... como diria yo.. todo es cuestion de percepción...

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  2. De hace algún tiempo a la 1:48 del 21 de noviembre del 2008, he perdido el gusto por mirar comerciales. Qué tiempos aquellos en los que con todo tino sintético , el tipito de Colchones Dormibir, te decía en pocas palabras lo que tardarías medio dia en saber si se te ocurriera leer a Huxley o chutarte las 3 de Matrix y sólo 5 minutos en poner en práctica: Evada la realidad: Permanezca dormido.

    Hoy en día no hago sino ver cuates en la telera -imitación infame pero remunerada del cine- extramadamente más galánes que yo, con cuerpos infinitamente menos adiposos que el mío, diciédome que compre otro cacharro más -similar a los 3 que tengo en el closet- con el que con tan sólo 5 minutos diarios, tendré una figura esbelta -y por consecuencia, supongo yo-uno de los viejorrones que generalmente acompañan al mamey ese.

    Pero despues de 155 minutos, distribuídos en 5 por día, me miro al espejo y una vez que despejo la aterradora necesidad de saber si todavía me alcanzo al ver el tilín por debajo de la panza sin tener que agacharme, empiezo a creer que eso de ser crédulo y ver las cosas color de rosa, quizá no sea tanto "la onda".

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