viernes, 24 de septiembre de 2010

Las Poquianchis y la lucha agraria

Felipe Cazals realizó en 1976 Las Poquianchis: en el estado de Guanajuato, tres hermanas practican el lenocinio, acuden a rancherías alejadas donde, so pretexto de encontrarles trabajo en la ciudad, obtienen jovencitas pobres, a quienes recluyen realmente en sus prostíbulos, las explotan, golpean e incluso llegan a asesinar a varias de ellas. Estos hechos reales, sirven de leit motif a Cazals para una obra excelsa, con interesantes matices jurídicos que ponen de manifiesto la crítica de raíces marxistas, que al derecho hace el guionista, Tomás Pérez Turrent. De todos estos visos, analicemos por ahora sólo aquellos imbricados en la lucha campesina por las tierras y por mejores condiciones de vida, pues hoy en día, continúa siendo uno de los puntos pendientes del estado mexicano.
La narración de la película se centra en los sucesos que constituyeron un hito en la nota roja mexicana, pero a ella se engarzará en un segundo plano, magistralmente retratado en blanco y negro por el maestro Alex Phillips Jr., otra historia compleja: la de un campesino pobre, que tiene que entregar a sus hijas a las poquianchis, y que participa en un movimiento agrario para exigir tierras, que le fueron entregadas por la reforma agraria, pero que después son arrebatadas por un cacique de la zona.
En Cazals, el derecho es esta superestructura que da sustento a las relaciones económicas de los poderosos, uno de tantos instrumentos del capitalismo para perpetuar la propiedad y explotar al débil. Cuando ante las protestas y manifestaciones, el campesino y el obrero coinciden recluidos en la cárcel, dice el primero “Nosotros nomas queremos lo que es de ley” el segundo responde “¿De veras crees en la ley? si abusan de ella como quieren…” bajo la indisoluble idea de la hoz y el martillo, remata: “Cuando se nos haga justicia a nosotros se les hará a ustedes, y al revés, no ves que vamos en el mismo tren aunque no queramos”.
Aflora una de las críticas más clásicas y fuertes al juicio de amparo, su alta tecnicidad y cómo se constituyó en recurso de protección de los que más tienen:
“Delegado de la reforma agraria: el señor Gómez Albarrán posee un certificado de inafectabilidad ganadera y no ha perdido su vigencia.
Campesino: ¿Pos no no la habían dado ya, y en el puro colegiado más alto? ¿No ya le llevamos los papeles que nos había pedido? Y aquí tenemos otros con todas las firmas, hasta del presidente que fue endenantes… usted tiene que investigar, devisar bien los papeles…
Delegado: Yo sé bien lo que tengo que hacer, el amparo ha sido fallado a favor del señor Gómez Albarrán…
El campesino terminará malbaratando su pequeña cosecha, sin reforma agraria, sin tierras, sin justicia: las poquianchis asesinan a una de sus hijas y otra será recluida en la cárcel como cómplice de aquellas. A lo largo de la trama, Cazals nos muestra el periplo del campesino, desde su lucha legal, la protesta pacífica, la represión y el final ineluctable: la desesperanza. Como en el cuento de Kafka, terminará postrado Ante la ley, como un reflejo perenne de la situación que aun hoy, a 34 años de filmada la película y a casi 100 de la revolución mexicana, experimenta el campesino cuando quiere entrar a la habitación de la ley, y el centinela kafkiano le veda el paso diciéndole: “recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo mirarlo siquiera”.